Septién, Mago que Sacaba un Juego de una Tirilla

 

ü       Don Enrique Contel le Puso el Apodo, al oír su Versión del Beisbol

ü       Una Improvisacion le Valió el Ingreso Como Locutor y Cronista de la Q

 

Por JOSE RAMON GARMABELLA

- I -

 

Humberto G. Tamayo, aquel genio de la publicidad radiofónica ("Vendemos medias de calidad no calidad a medias" o "La leche Santa Bárbara es tan fresca que hace diez minutos era pasto"), locutor comercial suyo durante tantas transmisiones deportivas a través de la radio, lo bautizó como el dinámico y espectacular.

Su trayectoria ante un micrófono comenzó justo cuando un día en su Querétaro natal, Leopoldo de Samaniego, legendario locutor de la XEW, pariente lejano suyo, le escuchó presentar en un teatro a Pedro Vargas ("Su esposa, María Teresa Campos, era prima mía", dirá a propósito...)

El inolvidable Jorge Sonny Alarcón, su compañero en tantísimas, inolvidables y hasta ya clásicas transmisiones de juegos de beisbol a través de la televisión, solía llamarle el Marqués de Querétaro. Y algo de cierto debe haber en ese título nobiliario cuando por principio de cuentas, acorde a la heráldica de su apellido paterno, y que, según él, el rey de Castilla otorgó a un antepasado suyo el apellido Septién, que viene de siete porque tal fue el número de jefes militares que derrotara durante la ocupación árabe en España, su abuelo paterno, José Antonio Septién y de la Llata, recibió la Orden de Guadalupe nada menos que de Maximiliano de Habsburgo y poco antes, albores del siglo XIX, otro antepasado suyo, don Benigno Bustamante y Septién, diplomático y matemático, perfeccionó el teodolito al grado que hasta hoy es conocido tal artefacto como el "Teodolito Bustamantino". Todo esto, conste, sin tomar en cuenta que en su familia se encuentran prelados como Salvador Septién Uribe, hermano de su padre, Arzobispo que fuera de Querétaro y luego, 1958, elevado por el Vaticano a Prelado Doméstico; políticos como Diego Fernández de Cevallos, cuya madre fuera prima hermana de la suya de tal suerte que el famoso Jefe Diego viene a ser su sobrino; personajes históricos tan controvertidos como Concepción Acevedo y de la Llata, la célebre Madre Conchita, acusada con o sin razón de haber sido autora intelectual del magnicidio de Alvaro Obregón; y hasta un célebre actor, Ramón Novarro, cuyo apellido real era Samaniego, aparece dentro de su parentela si bien ya en plano lejano. Como también aparece, en tanto primos suyos, un cronista taurino, Carlos Septién García, El Tío Carlos, un famoso futbolista, Carlos Septién, quien jugara en aquel España legendario de los cuarenta; y como sobrinos, los corredores de autos Ricardo y Pedro Rodríguez --su madre fue prima hermana suya-- o Carlos Septién hijo, el mejor pateador que han tenido los Vaqueros de Dallas a lo largo y a lo ancho de su historia.

Hombre de trayectoria ejemplar, donde la anécdota hasta picaresca fue siempre muy del brazo y por la calle con la obtención de grandes exclusivas, ha sido dueño de un estilo hasta ahora muchas veces imitado pero jamás igualado donde siempre empleó, aparte de pulcritud en el lenguaje, información invariablemente de primera mano sobre el acontecimiento deportivo a transmitirse y frases certeras no sin cierta dosis de humor que hicieron de sus transmisiones, radiofónicas o televisivas, auténtico deleite para el escucha. Aparte que varios estadios de beisbol en la República, comenzando por el de su natal Querétaro, llevan su nombre, entre sus históricas narraciones se cuentan, entre otras, la inauguración del Estadio de Ciudad Universitaria, 1952, o la primera transmisión del Canal Dos de televisión que no fue sino a través de un encuentro de beisbol en el Parque Delta.

Y habiendo rebasado los límites de cronista deportivo hasta llegar a ser personaje de la historia contemporánea de México, fue amigo de presidentes como Abelardo, L. Rodríguez ("Iba al parque y se sentaba a mi lado para escuchar mis transmisiones"), Miguel Alemán Valdés ("Como buen veracruzano le encantaba el beisbol") o Adolfo López Mateos ("Era un gran aficionado al boxeo y Luis Spota, por instrucciones suyas, me entregó la Medalla al Mérito por haberse cumplido 25 años de la fundación de la Comisión de Boxeo del Distrito Federal").

 

Es Pedro Septién Orozco. El Mago.

 

La conversación con EXCELSIOR, la primera extensa que concede en su vida, se celebra en su casa de la colonia Lindavista ("Esta casa me la regaló don Rómulo O'Farril sénior cuando pasé del Canal Cuatro al Canal Dos") donde este hombre singular, próximo a cumplir 87 años, lo hará el 21one marzo, melómano y profundo conocedor de arte, principalmente el pictórico, también sabio como pocos del billar y amigo íntimo que fuera nada menos que del legendario Joe Chamaco, vive casi solitario, acompañado tan sólo de una sirvienta, su perrita Misha y rodeado por igual de pinturas, esculturas, obras de la literatura universal, volúmenes sobre materia deportiva, recortes de revistas y periódicos, fotografías, reconocimientos y recuerdos para él invaluables como son los autógrafos de Babe Ruth o Joe Louis, sus anotaciones de los juegos donde participara Fernando Valenzuela en las Ligas Mayores o el xilófono original que da las campanadas características de la XEQ, la estación radiofónica que lo lanzara a la celebridad. Y entre giros tan personales como chavo, refiriéndose al reportero, o estribillos tal "¿entendiste la jugada?" se inicia el diálogo:

 

Improvisación fue la Clave:

 

El origen del apodo con el que se ha hecho célebre Pedro Septién es casi desconocido; tanto, que corren mil versiones sobre ello. Mas esta es la verdadera historia contada por él mismo:

"Cuando era niño, estudiaba violín y mis compañeros decían que eso era cosa de magia porque si la digitación con la mano izquierda es difícil, con la derecha resulta serlo mucho más ya que al frotar el arco con las cuerdas, sale puro rechinido; por otra parte, yo había aprendido algunas suertes con la baraja y como se las hacía a mis amigos, decían que me parecía al Mago Mandrake. Eso por un lado..."

Tomando aire, luego de una pausa, añade con su voz inconfundible:

"Por el otro, y tal vez sea lo verdaderamente importante en cuanto al origen del apodo, va de la mano con mi devenir profesional por lo menos en mis inicios. Mira, chavo, cuando don Emilio Azcárraga Vidaurreta fundó en los altos del cine Olimpia la XEW en 1930, la estación de radio más importante hasta ese momento era la XEB, la llamada Estación del Buen Tono de la Tabacalera Nacional cuyo propietario era don Ernesto Pugibet. Luego, al poco tiempo, la XEW se cambió a la calle de Ayuntamiento y pasó a ser la radioemisora con mayor importancia en el país hasta llegar el momento en que tantos talentos artísticos creados por la misma estación ya no tenían cabida y fue entonces cuando don Enrique Contel, gerente de la XEW, propuso a don Emilio crear otra estación de radio donde se emplearían artistas y locutores que no trabajaran en la XEW por falta de cupo; Azcárraga Vidaurreta estuvo de acuerdo y nombró como gerente de la nueva estación al propio don Enrique Contel. Así nació la XEQ en 1938. Y si la W tenía, por ejemplo, a las hermanas Aguila, don Enrique lanzó en la nueva estación a las hermanas Landín, Avelina y María Luisa; y si como compositor a Agustín Lara, la XEQ tuvo a Consuelito Velázquez. Y con el propósito de crear el propio cuerpo de locutores de la estación, Contel, también en ese 1938, organizó un concurso y un primo mío, Leopoldo de Samaniego, quien era locutor de la XEW y me había escuchado en Querétaro un día presentar a Pedro Vargas, cuya esposa, María Teresa Campos, era también mi prima, me animó a venir a la ciudad de México y participar en el certamen..."

Luego de dar un sorbo al vaso con refresco y preguntar al reportero "¿vas entendiendo, chavo, cómo estuvo la jugada?", prosigue:

"El concurso consistía en que los aspirantes debíamos leer los mensajes publicitarios que pasaban por la XEW y en el jurado, aparte de Enrique Contel, estaban dos publicistas, dos directores de cine y Alonso Sordo Noriega, quien era el número uno de la locución por aquellos días. Yo debía leer la publicidad que pasaba la W de la película `Refugiados en Madrid', de Alejandro Galindo, y cuando ya éramos pocos los que quedábamos, dije al maestro de ceremonias que ya no estaba a gusto leyendo lo mismo todos los días y mejor me gustaría improvisar algo; como se negó a mi petición, le pedí lo preguntara a Contel y le respondió don Enrique: `Que lo haga porque yo no quiero jornaleros del micrófono'... Debo decir que el hombre tenía una personalidad arrolladora y entre sus gestos estaba rascarse una oreja, lo cual haría después Paco Malgesto, otra creación suya, en la televisión. El caso fue que Enrique Contel me pidió que como estábamos en víspera de las Fiestas Patrias, improvisara yo algo sobre la música mexicana y dije algo de lo que todavía me acuerdo como si fuera ayer: "Hemos de escuchar nuestra música que es expresión de nuestro sentimiento; su finalidad seguramente estriba en conmover y elevar el espíritu; brindar las más puras emociones; encerrando así, como en los grandes volúmenes, historias y romances que marcan etapas vividas y encerrando entre sus notas encantamiento y melodía del desfile del tiempo"... Vino la ovación del público y me felicitó Alonso Sordo Noriega, quien era el rey de la improvisación pues habrá de recordarse, por ejemplo, que cuando iba a transmitir desde el aeropuerto de Balbuena la llegada del avión Cuatro Vientos, tripulado por los pilotos españoles Barberán y Collar, tuvo que improvisar durante más de tres horas porque la nave nunca llegó dado que cayó en la sierra de Coatzacoalcos y sus tripulantes fueron asesinados por los lugareños para robarles. Fue así como ingresé al cuerpo de locutores de la XEQ".

Luego de Breve Pausa Prosigue:

"La Q salió por primera vez al aire el Día de Muertos de 1938. Yo por esos días vivía en Mixcoac, cerca del Júnior Club porque luego de haber sido campeón de tenis en Querétaro, procuré aquí en México seguir practicándolo. Y un día, la estación transmitió los juegos de Copa Davis y don Enrique Contel envió a narrarlos a Fernando Marcos y cuando estaba al aire la transmisión, pidió Contel los audífonos y como le desagradara la narración, la cortó sin más y ordenó que pusieran música en su lugar; y es que donde sí fue verdaderamente extraordinario Marcos fue narrando los noticieros de cine que pasaban antes de las películas. Luego, al día siguiente, entró Eduardo Orvañanos a narrar el tenis y tampoco le gustó a Contel. Y como ese mismo día llegué a la estación vestido con pantalón blanco y mis raquetas porque iba de jugar tenis en el Júnior Club, preguntó el gerente de quien eran esas raquetas y al saber que era yo el dueño, me dijo entonces que al día siguiente yo transmitiría y le pedí entrar al aire diez minutos antes de lo previsto; don Enrique Contel aceptó mi petición a pesar que eso significaba un verdadero lío porque implicaba cambiar la bitácora del día que elaboraba Mariano Rivera Conde, luego esposo de Consuelito Velázquez y auténtico genio descubridor de cantantes como Marco Antonio Muñiz, donde se inscribían los horarios de los programas y de los locutores así como de los artistas que participarían. Total, como iba yo a transmitir el tenis, el propio don Enrique Contel me pidió fuera ese mismo día a High Life a escoger ropa, había intercambio con la tienda y él decía que sus locutores debían estar siempre muy bien vestidos; y es que así se las gastaba: si veía, por ejemplo, que el coche de alguno de nosotros estaba ya muy viejo, nos mandaba a la Ford a que nos dieran uno nuevo porque también en la agencia de coches había intercambio".

 

Nace el Mago:

 

Pedro Septién, El Mago, guarda silencio durante un instante como si el recuerdo de aquellos felices días se agolparan en su mente. Y continúa:

"Total, fui a transmitir el tenis y estaba tan nervioso que a cada momento le preguntaba al operador cómo iba la cosa y él me decía: `Yo creo que vas bien porque aparte que el viejo parece estar muy contento, no ha cortado la transmisión'... Y cuando salió a la cancha el Corcholata Tapia a quien yo ya conocía porque había jugado con su hermano en Querétaro, lo entrevisté preguntándole cosas como cuánto medía la cancha o cómo debía empuñarse la raqueta y eso le encantó a don Enrique que al terminar de transmitir me dijo: `Ha nacido con usted una nueva carrera: la de cronista deportivo'... Y es que por aquellos días, chavo, se utilizaban a los locutores de cabina como narradores deportivos al grado que recuerdo una anécdota que tuvo como protagonista a Manuel Bernal: estaba él de locutor comercial con Alonso Sordo Noriega durante un partido de futbol y como Alonso hubo de dejar la transmisión debido a un problema familiar, dejó el micrófono en manos de Manuelito; y como él no conocía absolutamente nada de futbol, ocurrió que el llamado Declamador de América no tuvo cosa mejor por decir que cosas por el estilo: `Ahí viene la pelotita y le da un puntapié un jugador que viste de rojo y blanco; viene otra vez la pelotita y ahora quien le pega la patada es otro que viste de rayas; y como la ha sacado de la cancha, aprovechamos para mandar los micrófonos a nuestros estudios para que escuchen una bonita melodía'..."

La carcajada del Mago Septién es estruendosa mientras prosigue con sus recuerdos que son, al fin y al cabo, testimonio de viva voz sobre la historia de la radiodifusión en México:

"Pasé entonces a hacer un programa que se llamaba Reflejos Deportivos que se transmitía directamente y era patrocinado por la Lotería Nacional; Contel, entonces, me mandó a transmitir futbol y lo hacíamos desde el Parque España, quecostaba sobre la calzada de la Verónica, hoy Melchor Ocampo; yo empecé a transmitir junto con Alonso Sordo Noriega mientras que otros cronistas como el propio Fernando Marcos, Escopeta, Cristino Lorenzo o Julio Sotelo lo hacían para sus respectivas estaciones. Y con Alonso me hice gran amigo al grado que como no veía bien, luego que caía el gol y gritaba la anotación, me preguntaba quién había sido el anotador y yo se lo decía en voz baja; pero mientras él se concretaba a seguir simplemente las jugadas y a consignar puntualmente cuanto ocurría en la cancha, yo le ponía salsa al asunto diciendo cosas como `el disparo, que ha sido un auténtico balazo salido del botín de Isidro Lángara, se estrella en larguero cibrándolo'. Con Isidro, a propósito, uno de los mejores jugadores que he visto en mi vida, sino el mejor, finqué desde aquellos días una amistad fraternal, íntima, que duró hasta su retorno a España donde murió.

Un día que entré a la oficina de don Enrique Contel para agradecerle hubiera cambiado mis cosas de la pensión de Mixcoac al hotel Guardiola, ubicado entonces sobre Madero y San Juan de Letrán, donde está ahora la Torre Latinoamericana, con renta pagada por la estación, donde vivían, aparte del director de orquesta Ernesto Riestra, yucatecos como los pianistas Alvarito, muchos años acompañante de Pedro Vargas, Teté Cuevas o locutores como Luis de Cáceres o Humberto G. Tamayo, me dijo: `Ya le agarraste el ritmo al futbol'... Luego, como ya narraba también peleas de boxeo y había convencido a don Enrique Contel de transmitir el beisbol, le vendí cosas a clientes como, por ejemplo, una pelea ficticia entre Jack Dempsey y Loe Louis y teniendo como base un cable de 20 ó 30 palabras donde traía la tirilla del juego, inventaba yo el partido del día en las Ligas Mayores. Don Enrique Contel se moría de risa y me decía: `Caray, lo que haces es cosa de mago'... Así se quedó el apodo".

Luego de dar otro sorbo al refresco, dice:

"La idea de ser cronista deportivo me vino desde niño cuando oía hablar de Babeuth o de Jack Dempsey. Pero a mí, la verdad, no me gustaba narrar boxeo ni beisbol porque aparte de constituir un esfuerzo tremendo, siempre me exigí tal vez en exceso ya que si en una pelea se debe tener muchísimo aire para describir el combate golpe por golpe, en un juego de beisbol se deben tener siempre las estadísticas de cada jugador en la memoria. A mí lo que me gustaba en realidad era narrar el billar a tres bandas lo cual fue hasta un remanso para mí; lástima que no haya ya jugadores del calibre como el gran Joe Chamaco..."

(Continuará)