México Envejece sin
Remedio
Por
MARIA ELENA ALVAREZ DE VICENCIO
México
era considerado antes de 1990 un país de jóvenes, pero en el nuevo siglo la
población se ha transformado. En la década de los 50 el mayor índice de
población tenía entre 0 y 24 años. Todavía en 1995 sólo 4% tenía 65 años o más;
actualmente llega a 6% y en 2025 se estima que puede llegar a 12%.
El
control natal redujo el número de nacimientos y disminuyó el crecimiento del
grupo de menor edad. Asimismo, los avances científicos dieron como resultado el
incremento en la esperanza de vida; en 2000 ésta era de 75.3 años; para el 2010
será de 78.1 y para el 2050 de 83.7.
La
nueva conformación de la población exige atender a necesidades específicas y
dar solución a nuevos problemas, para lo cual no nos hemos preparado. De 6
millones de adultos mayores que actualmente tenemos en México, 78% carecen de
pensión y de seguridad social; 24% está inactivo y de los activos 56% obtiene
menos de un salario mínimo; 80% del resto no pasa de dos salarios mínimos. Los
activos viven del apoyo familiar o de la caridad. Del total de indigentes, 40%
son ancianos. Además de las penurias económicas, las personas de la tercera
edad padecen un triple maltrato:
Maltrato
sicológico: Amenazas, insultos, actitudes impositivas, ignorarlos y no
dirigirles la palabra, rechazo, críticas, regaños, trato infantilizado que los
lleva a asumir roles pasivos y a hacerlos dependientes, con las consecuencias
de un mayor deterioro emocional y físico.
Maltrato
económico: Despojo de sus bienes, robo de su dinero, utilización ilegal de la
pensión o cuenta bancaria, valores y propiedades; no emplear sus recursos para
atender sus gastos y cuidados. Declarados incompetentes, descuidar su salud y
presionarlos para que distribuyan su dinero y bienes.
Maltrato
social: No cederles el paso ni el asiento, empujarlos, inseguridad y asaltos,
burlas, ignorar su presencia o solicitud de servicios, impaciencia y
segregación.
La
mayoría sufre de enfermedades crónico-degenerativas. En los hombres se
manifiestan principalmente afecciones cardiovasculares, digestivas y
respiratorias, cánceres malignos y diabetes; en las mujeres, problemas
cardiovasculares, diabetes y cánceres malignos. Los hombres de 60 años o más
mueren principalmente por accidentes o lesiones.
En la
familia mexicana, tradicionalmente la mujer soltera era casi automáticamente la
responsable de cuidar y atender a los ancianos de la familia, sin embargo la
estructura y condiciones de la familia han cambiado; por un lado tener un menor
número de hijos y por otro el que la mujer trabaje fuera del hogar, dan como
resultado que no exista ya ningún miembro de la familia en quién pueda recaer
la responsabilidad de cuidarlos.
Nuestro
país, en general, no se ha ocupado de planear a largo plazo y los problemas no
salen al encuentro sin contar con previsiones ni recursos para darles solución.
No se previó a tiempo ampliar la edad para las jubilaciones y ahora tenemos
gran número de jubilados jóvenes, lo cual genera un pasivo laboral que pone en
riesgo a las instituciones, como sucede con el ISSSTE, entre otras.
Al
planear los edificios habitacionales no se previó que los ancianos no pueden
subir escaleras de dos o tres pisos y ahora tenemos ancianos confinados porque
no pueden salir de sus casas.
No se
hicieron previsiones para afrontar los altos costos que implica atender
demandas de las enfermedades de la tercera edad: como la hipertensión y la
diabetes, que requieren medicamentos de por vida y que tienen costos elevados,
y ahora tenemos a las personas mayores demandando estos medicamentos y sin
posibilidad de prorcionárselos.
El
problema ciertamente es grave, y para ayudar a resolverlo hay algunas acciones
que se pueden realizar de manera inmediata y para las cuales no se necesitan
recursos especiales, sólo el motivar a labores comunitarias. Pero en otros
aspectos sí hay que instrumentar políticas públicas, generar nuevas leyes y
asignar presupuestos; pese a las dificultades existentes, no se debe dejar
pasar más el tiempo pues cada día el problema se agrava y será más difícil
solucionarlo.
Se
requiere además impulsar un cambio cultural en la sociedad para modificar las
actitudes hacia las personas mayores. Las familias deben retomar nuestra
tradición de respeto y gratitud a los mayores y enseñar a los niños a
ayudarlos, a comprenderlos, a quererlos y a agradecerles.
Las
empresas y las instituciones deben abrirse a darles empleo y para ello los
incentivos fiscales y el compartir las cargas de la seguridad social pueden
ayudar a lograrlo. Los medios de comunicación también pueden contribuir para
dar mensajes incluyentes, para que el éxito y la estética no se asocien sólo
con la juventud.
La
transformación de nuestra población es irreversible, pero la planeación y las
actitudes sí se pueden cambiar.